La Bella Durmiente es un tótem de luz, una gran
metáfora luminosa que despliega verticalmente su cromatismo…
Una de sus características más destacadas es que es una pieza nacida en
la era de los halógenos y metales. Con el fin de demostrar que las bombillas fluorescentes no tenían por qué ser frías, Odeig y Masó crearon esta obra de arte.
La pantalla se concibió como un cuadro plegado, con
la intención de transformar la desasosegante luz de un fluorescente en una
cálida luminiscencia. Nadie mejor para el color que un pintor. Por eso, a lo
largo de los años ochenta, la serigrafía de la pantalla se encargó a algunos de
los más sobresalientes pintores e ilustradores de Barcelona: Francesca Llopis,
los propios autores, Peret, Perico Pastor, Carlos Pazos, Vicenç Viaplana…. hasta derivar en la actual única versión que
celebra la abstracción geométrica de Mondrian.
En esta reedición, que data del año 2000, el color
sigue siendo un elemento fundamental. La composición de colores de la pantalla
es una rítmica secuencia abstracta.
Los colores de los que está formada son
tres principalmente. El rojo, el amarillo y el azul son los
protagonistas, seguidos de otros tres más secundarios, tales como el verde,
el violeta y el anaranjado. También, cuenta con dos remates negros metálicos
escalonados, que cierran esta escultura de luz. El detalle del escalonado es lo
que refuerza de alguna forma el carácter de tótem que tiene.
Por último, se debe saber que se la denomina la Bella Durmiente, porque
su belleza reposa mientras está apagada y se despierta al encenderse…
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